Es en esos pequeños momentos, aparentemente insignificantes pero llenos de significado, donde el corazón humano encuentra significado a la vida.
Aunque no lo reconozcamos, aunque tratemos de pasar desapercibidos entre la masa de personas aparentemente iguales, aparentemente despreocupadas de los significados más profundos de sus pensamientos, de sus emociones, de su singularidad.
En todo corazón, por más años que pasen, por más experiencias que se acumulen. En todo corazón vive la inquietud, el anhelo de responder a las eternas preguntas.
¿Qué sentido tiene la vida?
Mientras me camuflo en la sociedad, pretendiendo ser un clon, pretendiendo ser quien no soy, engañándome a mi misma, mi corazón y mi alma claman, y reclaman un valor, que no me atrevo a reconocer, que no me atrevo a utilizar.
Una voz grita en mí, me llama, me reclama. Una voz grita en mí. Trato de acallarla. Se que por más que lo pretenda, no se callará, hablará siempre, no callará nuca.
Quiero hacerle caso, quiero escucharla.
Miedos absurdos e irracionales, también me hablan y me dicen constantemente NO, NO.
El valor para ser distinta, y siendo distinta ser semejante.
El valor para seguir un sueño difuso. Un sueño claro y conciso. Un sueño que no me atrevo ni a soñar. Un sueño que a pesar de todo sueño.
A pesar de la cobardía, a pesar de la comodidad, a pesar del miedo, a pesar de los pesares. Sigo mi sueño a tientas, palpando el terreno, tentando al destino, caminando junto con mis lastres que van cayendo por su peso, permitiéndome un caminar más ligero.
No hay parada, no hay destino, no hay final, solo hay trayecto.
Natividad Martín Fernández