Abrazo

Siento, vibro, elijo, fluyo, aprendo, siento, amo, vivo.

* * *

Abro mis brazos y mi corazón.

Me abro a mi y en mi apertura, encuentro, no solo un hueco para ti, sino un hueco para todo, para todos.

Amo. Siento mi pecho latir.

Me fundo contigo en un solo latido, en un abrazo

* * *

 

Hoy, me abro, como una flor en la madrugada, abro mis pétalos, estiro mis alas, abro mis brazos y mi corazón.

Abro mis ojos, y te veo. Abro mis ojos, y te Amo.

Te Amo por el simple hecho de existir, de SER, de estar ante mi, en ese momento de la VIDA.

* * *

Te acercas a mi en un encuentro, con ese andar lento, y yo me acerco a ti.

Con el corazón abierto, los ojos brillantes, penetrantes, las miradas que se reconocen, los cuerpos que se hablan, se comunican, se sienten, se abrazan.

* * *

 

Tu creerás que soy yo quien te abraza, pero en este abrazo que ahora te doy, están todos los abrazos, que me dieron antes.

En este abrazo, no estamos solos tu y yo, en este abrazo, que ahora nos damos, esta toda la ronda de Biodanza condensada.

Natividad Martín Fernández

www.biento.es

Crónica de un Nacimiento

(El mío)

Corría el año 1973; En la ciudad de Pucela viven una mujer llamada Candelas y su amado esposo Avelino, quien en un descuido coló una semilla y de ella germinó una niña.

¡Qué puntería!, ¡Qué tino!, ¡Que follón, Avelino!

Gran algarabía se formó en la casa, jolgorio y regocijo, ¡un bebe se avecina!.

División de opiniones generó la cosa, las hembras querían niña, el varón un niño, más la mayoría prevalece, se acerca la democracia. Gano niña y niña tuvimos.

Nadie se esperaba ya un nuevo retoño en la familia, los hijos ya criados y en aquel hogar no cabía nadie más.

Finalmente espacio hubo, de cómo se hizo, nadie supo.

Llegado el día del feliz alumbramiento, la Señora Candelas, notó que se avecinaba bien de mañana, más las obligaciones apremian, acudió a su trabajo, hizo sus labores, dejó nota “Lo siento, señores, estoy de parto, aquí me planto”.

Ni corta ni perezosa, para verse una vez parida más hermosa, se compró en última instancia, una faja última moda.

Acostumbrada estaba la mujer a parir en casa hasta la fecha. Cuando en el hospital Rio Hortega se encontraba y no podía hacer lo que se le antojaba.

Definitivamente a eso de las 9:30 de la noche, la niña había nacido, llorona había salido. Cuentan los que allí estuvieron que sin parar estuvo toda la noche, ¡Que llanto! ¡Que sino! ¡Ese bebe que llora, es el mío!


Retorno el fiel marido al hogar, más cansado no podía estar, las hermanas nerviosas, al ver entrar a su padre, ansiaban noticias del feliz acontecimiento, más el padre no podía más y solo la cena quería y acostarse un nuevo día.

–¡Que hemos tenido!– Gruñó Alfonsa.

El padre perplejo, se dio cuenta de que aquellas mozas esperaban buenas nuevas, reaccionó, lento, pero reaccionó.

-¡Una niña!

-¡y como se llama!

-¡Natividad!

-¡¿Natividad?!, si yo quería Eva María …

Pero daba igual, un “nenuco” de verdad tenían ahora para jugar y hacer rabiar.


Recién parida la feliz madre, extasiada se encontraba la mujer, cuando la preguntaron qué nombre la iban oponer, le falló la memoria, acordarse no pudo, de su memoria se borró aquel nombre “Eva María”, sí, sí, el de la canción.

Un alma caritativa que por allí se encontraba, sugirió Natividad, por ser fecha, la del nacimiento muy próxima a la navidad.

Y así, sin comerlo ni beberlo, lleva hasta hoy ese nombre.

Y es así, más o menos, como aconteció aquel nacimiento.

Natividad Martín Fernández

El valor para ser distinta, y siendo distinta ser semejante

Es en esos pequeños momentos, aparentemente insignificantes pero llenos de significado, donde el corazón humano encuentra significado a la vida.

Aunque no lo reconozcamos, aunque tratemos de pasar desapercibidos entre la masa de personas aparentemente iguales, aparentemente despreocupadas de los significados más profundos de sus pensamientos, de sus emociones, de su singularidad.

En todo corazón, por más años que pasen, por más experiencias que se acumulen. En todo corazón vive la inquietud, el anhelo de responder a las eternas preguntas.

¿Qué sentido tiene la vida?

Mientras me camuflo en la sociedad, pretendiendo ser un clon, pretendiendo ser quien no soy, engañándome a mi misma, mi corazón y mi alma claman, y reclaman un valor, que no me atrevo a reconocer, que no me atrevo a utilizar.

Una voz grita en mí, me llama, me reclama. Una voz grita en mí. Trato de acallarla. Se que por más que lo pretenda, no se callará, hablará siempre, no callará nuca.

Quiero hacerle caso, quiero escucharla.

Miedos absurdos e irracionales, también me hablan y me dicen constantemente NO, NO.

El valor para ser distinta, y siendo distinta ser semejante.

El valor para seguir un sueño difuso. Un sueño claro y conciso. Un sueño que no me atrevo ni a soñar. Un sueño que a pesar de todo sueño.

A pesar de la cobardía, a pesar de la comodidad, a pesar del miedo, a pesar de los pesares. Sigo mi sueño a tientas, palpando el terreno, tentando al destino, caminando junto con mis lastres que van cayendo por su peso, permitiéndome un caminar más ligero.

No hay parada, no hay destino, no hay final, solo hay trayecto.

Natividad Martín Fernández

Con los años que me quedan. Versión Libre

Nota: Esta es una adaptación personal de la letra canción de Gloria Estefan “con los años que me quedan”, la he trasformado en un canto al amor por uno mismo 

Sé que siempre hay una oportunidad
Sé que nunca es tarde para recapacitar
Sé que mi amor es verdadero
Con los años que me quedan por vivir
Demostraré, cuanto me quiero
Con los años que me quedan, yo viviré por darme amor
Borrando cada dolor, con besos llenos de pasión
Como ame por vez primera
Con los años que me quedan, me haré olvidar cualquier error
No quise herirme, mi amor, sabes que eres mi adoración
Lo seré mi vida entera
No puedo imaginar vivir sin mi
No quiero recordar como me perdí
Quizás fue inmadurez de mi parte
No me supe querer
Te aseguro que los años que me quedan
Los voy a dedicar a mi
A hacerme tan feliz, que me enamore más de mi
Yo me amare hasta que muera
Como comprobar que no soy quien fui
El tiempo me dirá si tengo fe en mi
Que como yo me ame, Más nadie, me podrá amar jamás
Se que no es el final
Se que siempre hay una oportunidad
Sé que nunca tarde para recapacitar
Sé que mi amor es verdadero
Con los años que me quedan por vivir
Demostraré, cuanto me quiero
Se que mi amor es verdadero
Con los años que me quedan por vivir
Demostraré cuanto me quiero

Natividad Martín Fernández

Sueños de arena

Sueños de Arena

Construimos castillos con la arana de los sueños, junto a la orilla.

De vez en cuando viene una ola de duda, una ola de cobardía, una ola de vida cambiante y nos lo derriba.

Como niños juguetones iniciamos la construcción de un nuevo castillo, sobre los restos del anterior.

El juego de la vida se va sucediendo en un sin fin de olas y nuevos comienzos.

Finalmente lo que queda es un castillo incompleto y hermoso, sostenido en ladrillos de inacabados castillos soñados que dieron lugar a otro y luego a otro; curtido y pulido por olas, oleajes y mareas que dan sentido a una construcción que no lo tiene y que nunca esta ni estará acabada.

Mantén vivos tus sueños, el oleaje de la vida, se encargará de darles forma.

Natividad Martín Fernández